¿Qué hay de la
tristeza?
¿de su inutilidad?
¿Y qué?
Si me deja varada en
una playa desierta por donde pasará jamás nadie.
¿Y qué?
Si algo me llama a
esa orilla desolada en la que gemir por un instante,
lamentar la pérdida
o la existencia,
morir a ratos,
desesperarme, apagar.
Necesito
inactividad, sinsentido.
No siempre soy
buena, ni quiero serlo.
La maldad o la
desgana también forman parte de la carrera
en la marcha atrás
hacia lo inevitable, el principio.
Quietud, soledad,
presencia.
La ola en lo más
álgido,
rugiendo imperiosa
en la cúspide,
antes de caer entregada hacia la orilla,
antes de caer entregada hacia la orilla,
se mantiene un
segundo,
en silenciosa y
absoluta calma,
en un instante
eterno.
28/04/13