domingo, 17 de febrero de 2008

Indiferencia


Colgada del orgullo,

demasiadas veces herida en lo más propio,

en mi ingenuidad, en mi buena fe.

Hoy me alzo intransigente ante todos,

ya está bien, de agachar la cabeza,

de ejercer la humildad,

de tragar las debilidades de los demás.

Sin miedo, sin demasiada conciencia, sin futuro,

hoy desisto de la racionalidad,

de la sana planificación, de la sensatez.

Cojo el barco que zarpa sin rumbo, hacia la soledad.

Indiferencia absoluta.

No mendigaré una sonrisa,

una bella palabra desde la distancia.

Hoy quiero izar una bandera en mi ego y reivindicarme.

Voy a quererme, a no ceder.

Esta vez,

no voy a pedir perdón.

domingo, 6 de enero de 2008

A flote


A veces te das cuenta de que no eres nada.

Un soplo de aire, una palabra,

pueden cambiarte el rumbo,

aunque sólo sea por unos instantes,

y te vuelves a preguntar "¿quién soy yo, dónde estoy?".

Qué delgada cuerda, la que me sujeta,

qué fácil es soltarla a veces,

cuánta fuerza hace falta entonces

para volver a agarrarla y seguir en pie.

Sólo es un estado de ánimo,

quizá el reflejo de una actitud cómoda,

querer apoyarme siempre en alguien,

que me sostenga cuando vaya a caer,

o la de la atracción al vacío,

sencillamente.

Aunque cierto es que hay un día después,

en que regreso guerrera y altiva,

dolida o sabia,

pero dispuesta a la lucha,

y doy grandes zancadas pasando sobre lo que sea,

y ese día,

voy por lo que quiero y lo alcanzo.

Pero todo esto,

sólo ocurre a veces....

viernes, 23 de noviembre de 2007

Construyendo ser

¿Qué es lo que nos hace fuertes?

¿La constancia, la ilusión?

La inercia de un eterno levantarse tras cada caída?

Quiero saber la clave,

estudiarla si hace falta,

dejar de estar presa de las sensaciones,

la debilidad, la inseguridad.

Soy arrastrada por una vorágine que no me deja ser yo,

sólo me aplasta,

me absorbe y desaparezco,

sin saber a dónde voy entonces.

Qué decepción para mi lucha,

qué desesperación para la búsqueda,

no poder ser, no entender.

Tendré que achacarme una enfermedad,

pensar que un tornado atraviesa mi alma y esperar, sin más,

a que pase.

Me avergüenza este derrumbamiento,

esta inconfesable pobreza de espíritu.

Sin mirarlo de frente, no soy nada,

cobardía.

Si le doy realidad, lo nombro, lo alojo en mi,

cáncer.

Y es que necesito vomitarlo en silencio,

gritarlo en soledad.

Para dejar que se vaya, como vino.

Aquí queda su eco mortecino.