Veloz transcurre la vida
mientras el tiempo
insiste en su contradicción de no detenerse
insiste en su contradicción de no detenerse
de no escuchar más
que el soplo del viento
recogiendo las hojas caídas
del árbol,
nacidas la última primavera.
En esa cíclica rebelión de
lo caduco,
me espanto de lo fugaz,
me detengo en las sombras de
lo extinguido
que permanece, ausente,
en la rotunda existencia del
recuerdo,
dolido, extraviado,
en la certeza absoluta de lo
vivido,
en su felicidad,
marchito.